Dios todopoderoso y eterno, de quien procede toda
buena dádiva y todo don perfecto: Envía el saludable
Espíritu de tu gracia sobre nuestros obispos y demás
clero, y sobre las congregaciones encomendadas a su
cargo; y, para que verdaderamente te agraden, derrama
sobre ellos el continuo rocío de tu bendición. Concede
esto, oh Señor, por el honor de nuestro Mediador y
Abogado, Jesucristo. Amén.
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Nosotros no nos atrevemos a venir a ésta tu Mesa, oh Señor misericordioso, confiados en nuestra rectitud, sino en tus muchas y grandes misericordias. No somos dignos ni aun de recoger las migajas debajo de tu mesa. Mas tú eres el mismo Señor, siempre misericordioso por naturaleza: concédenos, por tanto, Señor, por tu clemencia, que de tal modo comamos la Carne de tu amado hijo Jesucristo y bebemos su Sangre, que nuestros cuerpos pecadores sean limpios por sus Cuerpo, y que siempre vivamos en él, y él en nosotros. Amén
Santa Eucaristía Pag. 9 Sinodo 2010